domingo, 27 de julio de 2008

Manual para transitar las calles de Bs. As.


Ultimamente, para llegar a un punto del centro de Buenos Aires es necesario disponer de una buena cantidad de horas, un espíritu paciente y material de lectura o buena música para entretenerse durante la larga amansadera.
Dado mi carácter ultra-auto-exigente llegar tarde o con los minutos contados a un lugar era para mi un hecho inaceptable. Con cada semáforo en rojo se aceleraban las palpitaciones, miraba el reloj compulsivamente, calculaba a qué velocidad debería caminar las cuadras que me separaban de mi destino para llegar siempre con los cinco minutos de religiosa antelación, si no lo lograba era el infierno viviente para mi.
Ahora la historia cambio, digamos...drásticamente porque lo que antes nos llevaba veinte minutos o media hora ahora se transformaron en viajes de hasta dos horas. Bocinas insoportables, protestas bloqueando las calles, manifestantes con carteles, vallados, obras y toda clase de impedimentos a la circulación son moneda corriente en mi Buenos Aires querido.
Se pide un poco de sensatez a la comunidad, pero el que tiene hambre o reclama un stop a la inflación no entiende de llegar temprano a ningún sitio, en general menos a un trabajo fijo y la palabra oficina no integra su vocabulario.
Reconozco el derecho de todo ciudadano de hacer huelga en contra de las situaciones injustas con las que debemos convivir, pero es indignante que esos mismos manifestantes ejerzan su profesión de huelguistas pagados por el propio gobierno (!?). No sería comprensible en ninguna ciudad europea semejante desbarajuste, tremendo caos de tránsito, paros de transportes que hacen que los colectivos, subtes o el medio que esté funcionando de turno tenga que salir abarrotado de gente que viaja como en vagones del holocausto.
¡Un poquito de cordura por favor Sra. Cristina de K.!.

jueves, 17 de julio de 2008

Crónica de mi debilidad


Siento como si mi cuerpo no me perteneciera, mientras camino por la calle me siento flotar, las luces se nublan ante mis ojos, todas las imágenes se funden como en un caleidoscopio. Así se siente vivir a punto derrumbarse, a punto de caer en cualquier lugar. Pero tomo mis gotas de "Effortil", poción mágica para levantar muertos como yo, que sirve para sacarme del limbo, del trance bamboleante en el que suelo pasar los días, estos días.

A veces pìenso que los colores que proyecta la computadora en mi trabajo hacen que todo lo que veo después se ponga difuso, ahora sé que no, tengo la certeza de que es una dolencia más de la anemia.

Hace meses que no me pertenezco, que no soy yo, más que un cuerpo enfermo que no puedo manejar a voluntad, hace meses que no salgo de noche sola, por temor a caer en algún sitio y no poder volver a casa. Y lo peor para mi es no tener las suficientes fuerzas para escribir, y dejar pasar la inspiración que a veces me toca la puerta y decirle que hoy no puedo salir a jugar.