Ultimamente, para llegar a un punto del centro de Buenos Aires es necesario disponer de una buena cantidad de horas, un espíritu paciente y material de lectura o buena música para entretenerse durante la larga amansadera.
Dado mi carácter ultra-auto-exigente llegar tarde o con los minutos contados a un lugar era para mi un hecho inaceptable. Con cada semáforo en rojo se aceleraban las palpitaciones, miraba el reloj compulsivamente, calculaba a qué velocidad debería caminar las cuadras que me separaban de mi destino para llegar siempre con los cinco minutos de religiosa antelación, si no lo lograba era el infierno viviente para mi.
Ahora la historia cambio, digamos...drásticamente porque lo que antes nos llevaba veinte minutos o media hora ahora se transformaron en viajes de hasta dos horas. Bocinas insoportables, protestas bloqueando las calles, manifestantes con carteles, vallados, obras y toda clase de impedimentos a la circulación son moneda corriente en mi Buenos Aires querido.
Se pide un poco de sensatez a la comunidad, pero el que tiene hambre o reclama un stop a la inflación no entiende de llegar temprano a ningún sitio, en general menos a un trabajo fijo y la palabra oficina no integra su vocabulario.
Reconozco el derecho de todo ciudadano de hacer huelga en contra de las situaciones injustas con las que debemos convivir, pero es indignante que esos mismos manifestantes ejerzan su profesión de huelguistas pagados por el propio gobierno (!?). No sería comprensible en ninguna ciudad europea semejante desbarajuste, tremendo caos de tránsito, paros de transportes que hacen que los colectivos, subtes o el medio que esté funcionando de turno tenga que salir abarrotado de gente que viaja como en vagones del holocausto.
¡Un poquito de cordura por favor Sra. Cristina de K.!.
Dado mi carácter ultra-auto-exigente llegar tarde o con los minutos contados a un lugar era para mi un hecho inaceptable. Con cada semáforo en rojo se aceleraban las palpitaciones, miraba el reloj compulsivamente, calculaba a qué velocidad debería caminar las cuadras que me separaban de mi destino para llegar siempre con los cinco minutos de religiosa antelación, si no lo lograba era el infierno viviente para mi.
Ahora la historia cambio, digamos...drásticamente porque lo que antes nos llevaba veinte minutos o media hora ahora se transformaron en viajes de hasta dos horas. Bocinas insoportables, protestas bloqueando las calles, manifestantes con carteles, vallados, obras y toda clase de impedimentos a la circulación son moneda corriente en mi Buenos Aires querido.
Se pide un poco de sensatez a la comunidad, pero el que tiene hambre o reclama un stop a la inflación no entiende de llegar temprano a ningún sitio, en general menos a un trabajo fijo y la palabra oficina no integra su vocabulario.
Reconozco el derecho de todo ciudadano de hacer huelga en contra de las situaciones injustas con las que debemos convivir, pero es indignante que esos mismos manifestantes ejerzan su profesión de huelguistas pagados por el propio gobierno (!?). No sería comprensible en ninguna ciudad europea semejante desbarajuste, tremendo caos de tránsito, paros de transportes que hacen que los colectivos, subtes o el medio que esté funcionando de turno tenga que salir abarrotado de gente que viaja como en vagones del holocausto.
¡Un poquito de cordura por favor Sra. Cristina de K.!.