miércoles, 11 de enero de 2012

Noticias que no le importan a nadie

El monedero por favor

"Por favor mostrar bolsos y monederos antes de salir" decía el cartel de la verdulería La Monumental. -Entiendo lo de los bolsos, pero, qué puede robarse uno en un monedero?- le pregunté a la cajera, mientras buscaba cambio. - No te imaginás todo lo que se roba la gente, lo peor es que no es gente pobre, sino señoras muy bien vestidas las que meten las frutas más chiquitas dentro de los monederos- dijo la señora mayor que acompaña a la chica pesando la mercadería y cobrando. A esto respondo con un -pero qué barbaridad!- que hace reír tímidamente a la chica y le arranca una sonrisa a la señora.
Esto sucede en una verdulería mayorista donde puede comprarse verdura a precios irrisorios como a 1 peso el paquete de espinaca o a 2 pesos los 2 kilos de fruta madura.

Sístole y diástole

En un supermercado chino ubicado en la Avenida Entre Ríos, un médico jubilado de impecable delantal blanco toma la presión por 3 pesos. Así lo anuncia un rústico cartel de cartón cortado a mano y escrito con el mismo marcador negro con el que escriben las promociones de la semana. El anciano hace guardia en la puerta, esperando pacientes con problemas de tensión. En la vereda de enfrente, puede leerse una placa que dice: "En este edificio vivió Astor Piazzolla" y se me antoja que este siempre fue un barrio de abuelos. Me preguntaba al pasar por allí, cómo habrá nacido tal curiosa sociedad comercial entre un micro empresario chino y un médico retirado.

El gordito de las empanadas
En Av. Callao y Bartolomé Mitre se venden las empanadas más ricas de la ciudad desde hace más de siete décadas. En la puerta, la estatua de un cocinero gordito sostiene un cartel invitando a la gente a entrar a La Americana.

Unas cuadras antes, más precisamente en Av. Entre Ríos e Independencia, la copia exacta de aquél gordito de papel maché atiende un kiosco con la misma sonrisa cálida y simpática del muñeco promotor, así nos saluda todas las mañanas, jamás un gesto de desdén o de disgusto. Cómo se explica tal semejanza?, si no son gemelos y algún hada bondadosa lo transformó en un hombre de verdad cual Pinocchio, solo se me ocurre que algún artista haya querido rendirle homenaje al alegre espíritu del kioskero feliz.


El chocolatero triste

Si pasan por Bombonella en Avenida Corrientes alguna tarde de invierno, verán una multitud agolpada en la vidriera. El espectáculo lo ofrece el chocolatero triste, un hombre de semblante sombrío que elabora chocolate en rama a la vista de niños caprichosos y potenciales clientes. La gente mira sus manos y su mágica manga blanca con la que forma ramitas y figuras, pero nunca se dan cuenta de su expresión oprimida y melancólica. Cuando mi hijo era pequeño siempre me preguntaba: - Mamá, porqué ese hombre no cambia de trabajo?, no se ve feliz-, nunca supe qué responder. Seguimos pasando por allí año tras año para detenemos a observar el rostro del chocolatero y comprobar si pudo encontrar la felicidad.