miércoles, 11 de mayo de 2011

Espécimen xenófobo

Primero conocí a su esposo, una persona interesante, tal vez la más memorable de todo el staff de Lufthansa.
Lo veía entrar en la recepción con su larga melena negra diciendo : - A mí me pagan por mi laburo, no por mi aspecto - mientras, se reía delante del antiguo jefe de base (un clon del Fuehrer, austríaco de nacimiento y una sonrisa imposible).
Su actitud me sirvió para aprender a hacerme respetar en el corrupto mundillo laboral aeroportuario, luego también para reemplazar los tacos y la pencil skirt por cómodos jeans y zapatillas aunque mi destino me obligase a trabajar en una de las torres más paquetas del microcentro porteño. Su lema fue adoptado como mío y hoy entro al suntuoso edificio igual que como voy a comprar papas.
Su mujer, rubia, alta y llamativamente masculina me pareció desde el primer momento un personaje controvertido, noté que su trato con los clientes variaba en torno a su humor, por eso, a menudo nos vemos obligados a escuchar sus gritos, sus discusiones provocadoras, en fin, su sensación de descontento con toda la raza humana.
Sino despotrica en voz baja contra los judíos o los inmigrantes de países limítrofes, grita a viva voz su desprecio por los españoles: -los odio- dice -deberíamos dejar de atender a estos gallegos de pííí-.

Lo curioso de este zoológico humano integrado por la decadente esfera jerárquica de mi oficina es lo permisivos que pueden ser con la discriminación, así como lo injustos que son con los más dedicados, pero a esta altura de las circunstancias, a los pocos que nos queda sentido común, ya no nos asombra nada.