lunes, 28 de marzo de 2011

Lo entrañable de los libros

Ellos son transportadores hacia otras galaxias, otros tiempos, otras identidades. Cada uno representa todo un mundo en sí mismo.

La adrenalina de tener un nuevo ejemplar entre las manos, me colma el pecho de esperanza, ellos siempre son deseados con antelación muchas veces por influencia de la crítica, otras porque un determinado autor logra conmoverme con su lenguaje, o tal vez porque en la infancia me topé con algún relato que evoca aquellos días en los que el mundo olía nuevo y todo era recién estrenado. Entonces mamá tenía tiempo de llevarme a la Biblioteca Popular de La Boca y allí sentada en la fuente del patio enrejado leía los ejemplares amarillos de la colleción Robin Hood.

Lo cierto también es que tengo dos extensas listas, la de los clásicos que nunca se termina y los recomendados por un ex profesor poeta que siempre al final de la clase solía leernos un fragmento cuidadosamente elegido para la ocasión. A los que ya amábamos la literatura nos abría aún más el apetito y a los demás al menos les despertaba la curiosidad de poner al menos la punta del pie en alguno de los universos fantásticos que nos recetaba el Sr. Gruss. Muchos conocieron en su cátedra la melancolía de Pessoa y la angustia de Primo Levi y su amor por la vida.

Cuando se trata de leer no importa si es de primera mano, de una librería suntuosa o uno usado de feria o de la batea de las ofertas. ¿O acaso si quisiéramos viajar en el tiempo tendría importancia que la máquina esté derruída u oxidada?, nos subiríamos igual. Lo importante es que ellos siempre tienen algo nuevo y fresco que contar, más allá de su edad, porque en su interior podemos observar el paradigma cíclico de la historia. Así es como Marx no pierde vigencia en sus denuncias (seamos francos, la vida misma no ha cambiado tanto desde la revolución industrial), seguimos trabajando en condiciones cada vez más hostiles para reproducir un modo de vida que cada vez se nos hace más inalcanzable. Todo está más o menos como lo describieron ya en el siglo XIX y está plasmado allí en la literatura.

Así que los libros vendrían a ser como hijos y como abuelos a la vez, cuando los compramos es como si nacieran, luego van creciendo a medida que avanzamos en el relato, nos van mostrando su sabiduría, nos cuentan sus historias hasta que al final, una noche los levantamos de la mesita de luz y mueren al llegar a la última página.

jueves, 24 de marzo de 2011

Feriado

Siento latir la ansedad que galopa hasta mi corazón, me desvela, me aqueja un mal que apenas puedo soportar.

Me siento atrapada, es feriado y estoy en la oficina, afuera las calles están semidesiertas, solo se ve gente en plan de goce. A mí me costará disfrutar del resto del día, lo sé. Cuando llegue a casa pienso tomarme dos de las amarillas, dos y si es posible sumaría un poco de alcohol, prefiero caer rendida y despertarme dentro de un día nuevo, en lo posible mañana.

En mi cabeza los pensamientos van en círculo, ein Teufel Kreis. Recurre en mí la idea de acabar con las dudas y arrancar las preocupaciones de raíz. Se acelera mi respiración, necesito descanso. Quiero tener ganas de salir y disfrutar, pero no las tengo y si pudieran comprarse las ganas yo no podría obtenerlas (otra vez pensando en mi magro salario). Cada persona que me cruzo me dice:-eso no es un sueldo- y tienen razón pero me estanco en la desdicha, la soporto como un castigo merecido.

Acá la gente molesta, tose sin taparse la boca, saluda con falsedad y muecas de desprecio, hablan a las espaldas de otros,etc, etc... cada vez los quiero menos compañeros, sépanlo.

Me faltan dos horas veinte, pero el tiempo parece detenido, todo pasa allá afuera, acá desfallece mi alma dentro de esta torre negra.

Si pudiera lloraría muy fuerte para desahogarme, me haría bien, pero no sé si tendré las fuerzas para lograrlo. Estoy cansada hasta para llorar, anoche no pude dormir, el insomnio trastorna, corroe.

Ya empecé a llorar, tuve que cubrirme la cara para que nadie me viera. definitivamente estoy desestabilizada por el stress. Los ruidos me hacen mal, la tostada que cruje en la boca de Pablo, la voz de Graciela, el click! del mouse, la tos fingida en el fondo, las voces amaneradas, un sorbido al mate.

Respiro fuerte y rápido, imposible serenarme, escribo lo más frenéticamente posible, reflexiono, me angustio, lloro. Ni siquiera esto me desahoga.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Fresco de trabajadores y protestas


Desde el 9no piso de la torre puede verse a la mariposa ocre luchar contra el viento sur. Debajo se extienden horizontes de color, colectivos de lata que parecen juguetes viejos. La gente viste tonos que semejan acuarelas alegres, reniegan de la llegada del otoño, le huyen al marrón y al gris de las bufandas apolilladas que duermen en sus placards.

Alem está cortada por una movilización y se me ocurre al ver el despliegue que deberían ser más jocosas estas protestas; sería bueno que los manifestantes salieran con pinturas a cubrir las fachadas de las nefastas entidades financieras con murales, los trompetistas se animen a soplar para amenizar las rutinas de los apagados oficinistas y las mujeres bailen con faldas amplias cual bahianas en carnaval.

En el Luna Park un hombre vestido con un uniforme marca Ombú y zapatos de trabajo tiene la noble tarea de pintar las butacas del recinto, el sol le toca la espalda y tiene la fortuna de ver desde allí a las chicas bonitas que hacen cola en la boletería de la esquina, qué excelente labor!.

domingo, 6 de marzo de 2011

Presa en el Imperio

Dos televisores permanecen encendidos, día y noche en la recepción de un hotel familiar en Washington. Por la mañana de 6 a 10 se sirve el desayuno, después solo queda la cafetera. En el salón resuenan versiones de temas pop convertidos en música funcional por alguna sinfónica de origen 2.0.

Mujeres con burkanas escriben en cuadernos blancos, todas juntas en una mesa, parecen damas de luto. Un ciudadano afroamericano no hace más que navegar por internet, hace horas permanece sentado frente al monitor. El front desk es atendido por un muchacho obeso de orígen latino que mira videos en Youtube durante practicamente toda su jornada laboral. Es comprensible, el mismo empleado anoche me recibió a las 23hs, hoy son las 3 de la tarde y sigue ahí, cumpliendo su turno.

El teléfono suena intermitentemente y afuera llueve sin parar, como si se acabara el mundo hoy mismo, todos los ruidos convergen en la sala. La gente viene y va, hacia los centros comerciales. Jamás hay más de cuatro personas en este pequeño hall, pequeños grupos, mucamas, el señor del shuttle que viene a ver si alguien tiene que ir al aeropuerto.


Ha sido un día largo, demasiado, porque alguien me despertó por error o programó mal el conmutador y mi teléfono sonó a las 6.04 en vez de a las 8.40 como pedí. Todo contribuye a este estado de ánimo presidiario, estoy atrapada en un imperio en decadencia.

Fox News bombardea con su cultura del terror, lo que más me llama la atención son las publicidades de medicamentos, los laboratorios realmente hacen un buen negocio aquí. Ellos son como se diría en España "los que parten el bacalao". Hay píldoras para todo, incluso para enfermedades específicas, en los avisos se habla de cómo realizarse un autodiagnóstico, pídale a su médico que le recete nuestro elixir contra el dolor, qué locura!.

Habrá algún medicamento para curar la avaricia de los dueños de Pfitzer por ejemplo? o la de los miembros del board meeting del Bilderberg Group?

Mientras corporaciones como Coca Cola Co. (por mencionar otro rubro) sigue amasando sus millones la gente tiene cada vez más hambre, trabaja más por salarios magros y protagonizan protestas masivas, cosas inimaginables en Freedomland. Inmigrantes africanos son empleados durante los siete días de la semana para mantener lo que ellos llaman un estilo de vida mejor al conocido.

Pensándolo bien, inmersa el en ojo del huracán neoliberal, me quedo con mi querido Buenos Aires. Traducido al lenguaje universal: no veo las horas de volver...