martes, 27 de diciembre de 2011

Conflictos de estirpe




Un mediodía, el breakroom estaba repleto y bullicioso, cuando distinguí por encima de todas las voces, una que sobresalía y que se parecía a la de una ex compañera, modelo trágicamente fallecida, que me resultaba absolutamente desagradable, no ella, sino su voz nasal y su manera de querer sobresalir en todo momento, en todas las materias. Nunca entablé una conversación con ella, solo me atreví a esbozar frases como: "yo también hablo alemán", es más, creo que eso fue todo lo que le dije en el tiempo que cursamos juntas una vez que salíamos de la clase y lo hice para romper el iceberg entre nosotras, por ser amigable y buscar un punto común a lo que ella respondió "yo leí Sophia's Welt (El Mundo de Sophia) de Jostein Gaarder completo para un trabajo práctico en el secundario". Sus palabras sonaron como una bofetada mientras con los labios esbozó una sonrisa glacial. Yo había aprendido a hablar alemán ya de adulta en la UBA, en el Goethe, en las oficinas de Lufthansa mientras laburaba, en cambio ella había ido a un colegio germano parlante y eso marcaba una diferencia.

Algo similar me ocurrió con mi nueva compañera de trabajo cuando llegó hace unos meses. Tal vez fuesen las risas exageradas, el exceso de elocuencia, la actitud de querer hacer sentir a los demás como seres inferiores y opacos lo que me causó repulsión y me hizo recordar a la  blonda modelo con nombre de flor. 

Para dar un ejemplo de lo desagradable de su actitud, es necesario citar el contenido de su absurdo monólogo. Una  tarde en la que estábamos todos en paz, cada uno en su escritorio, yo leía un libro de Carver y miraba de reojo el cielo gris por un ventanal concentrada en la nostalgia y el placer que eso me provocaba. De pronto ella comenzó a hablar, fue como un escuchar un taladro Black and Decker, gesticulaba con las manos exageradamente mientras contaba cómo jugaban con su abuela al Bridge durante su infancia, abusaba de mi paciencia, creo que ni siquiera respiraba, solo necesitaba hablar y hablar y hablar. Cabía preguntarse, ¿qué clase de persona juega con su abuela al Bridge?, era evidente que ella buscaba marcar la diferencia. Yo había jugado al Cerebro Mágico y soñaba con tener el Spy Tech, pero ella jugaba con su abuela al Bridge... mientras, en una casucha de madera la mía se pasaba las noches haciendo arreglos para las vecinas boquenses en su máquina Singer. ¡Mierda! yo siempre admiré a mi abuela Elena aunque no supiera jugar al Bridge y soñé con ser tan independiente como ella, y ahora lo soy, me regaló libertad, me enseño a ser incansable, luchadora, me enseñó a putear y a que cuando no te gusta algo podés mandar al carajo a todos. Dudo que la señora que jugaba al Bridge, haya sido tan audaz y aventurada, la madre de mi padre se fue de gira por Brasil con una compañía de ballet ruso antes de casarse con mi abuelo.

En muchos ámbitos en los que me ha tocado convivir he notado estas diferencias que establece la gente procedente de familias acomodadas, es como si quisieran remarcar que ellos han tenido una educación superior porque fueron al St. Thomas, al St. Catherine's o al Ulrico Schmidl. Yo creo que aunque mi educación esté unida con retazos, aunque haya carreras que quedaron en los años duros abandonadas y sin terminar, aunque siga luchando por conseguir el título de licenciada, vale y vaya que vale porque este camino plagado de incertidumbre, piernas rotas, mudanzas y separaciones me hace sentir cada día más fuerte.


martes, 20 de diciembre de 2011

Los ahorcados

Capítulo 1 (o 1er round) 
La sensación que me aqueja últimamente es de impotencia y descontento, los motivos del malestar no son para nada extraordinarios, es moneda corriente en este bendito país. La cuestión comenzó (al menos para mí) una tarde en la que nos citaron a una reunión con una mulata que venía de Estados Unidos a ver cómo andábamos por el hemisferio sur. La charla fue muy light, muy naif, mis compañeras comenzaron a preguntar las idioteces de siempre y a mostrarse entusiasmadas con la fusión entre nuestra empresa y otra de la misma envergadura. Preguntaron acerca de los vuelos, compensaciones a clientes en casos de demoras causadas por cenizas volcánicas y demás temas accesorios y menores. Mi cabeza se estaba transformando en una olla de presión. Sabía que a mis compañeras, zonzas o no, les preocupaba lo mismo que a mi pero por lo visto, nadie estaba dispuesto a afrontar el problema. Barajé las opciones y me emití mi speech sin anestesia y con expresión solemne:

(I feel very happy about the merge too and the fact that you in the US are having goods conversations about the Buenos aires people and how skillful we are, but....since we are facing a world wide economical crisis right now as you can see in the media, I'd like to know if we re going to see your appreciation reflected in our salaries in a near future.)

Yo también me encuentro feliz por la fusión y por el hecho de que en estados Unidos esten manteniendo buenas conversaciones acerca de la oficina de Buenos Aires y de cuán capaces somos aquí, pero... teniendo en cuenta la crisis mundial que estamos afrontando, como puede observar en los medios, quería saber si veremos su apreciación reflejada en nuestros salarios en un futuro cercano. 

La cara de la gerenta para latinoamérica se desfiguró, me miró con una expresión de asesinato, pero como siempre con una sonrisa siniestra en los labios. Tenía la idea, como la mayoría de los supervisores y personal de alto rango provienen del mismo colegio, que esa actitud ante los insurrectos se la habrían inculcado allí en su primera infancia, pero eso solo eran ideas mías.
La mulata escribió en su cuaderno y nos miró compungida, su respuesta intentó ser tranquilizadora, prometió hablar con el Dios de nuestra aerolínea para que nos ayudara con el tema salarial, pero no prometía nada hasta después de la fusión que conllevaba una homogeneización (lo que ocultaban era que esta homogeneización podría nivelar los ingresos para abajo o para arriba, arbitrariamente).

Capítulo 2 (o 2do round)

Unos días después se convocó a una segunda reunión con la mayoría de los empleados  (algunos pocos quedaron en sus escritorios atendiendo a los clientes). Estaban además la representante de recursos humanos, la Gerenta de Reservas para Latinoamérica y una mesztiza de yanquilandia que venía a representar a human resources de la aerolínea con la que nos agrupábamos. Los supervisores estaban con el pueblo, es decir, del lado de la mesa que enfrentaba a la cúpula.
Recibí una llamada para asistir al mítin, pero un fracasado con vocación de policía me frenó en el pasillo y me pidió seguir trabajando. Sabía que sería inútil descutir con él , así que volví y me senté. Unos minutos después llamé al supervisor con menos carácter para preguntarle si sería la única charla o darían otra para los que no podíamos asistir. El tipo comenzó a tartamudear y no pudo conmigo, me autorizó para dejar el escritorio y dirigirme al salón de reuniones. Cuando llegué, los mandamases explicaban que el aumento prometido para septiembre u octubre fue una mala interpretación de los empleados, que lo lamentaban pero que a partir de ahora en adelante debíamos mirar al futuro, es decir, concentrarnos en las paritarias de marzo (ajuste a cobrar en mayo, con una retención del aumento de abril por parte de los monos del gremio).

Lo que más me sorprendió fue como un compañero de buen pasar se solidarizaba y enfervorizaba protestando por los derechos de los menos afortunados. Mencionó las palabras que nadie se atrevía a pronunciar en la misma oración vergonzoso y salario. Durante la reunión me sentí varias veces sofocada, con un nudo en la garganta que me impedía tragar saliva o respirar adecuadamente. El clima era agobiante, esta vez había mucho para discutir, hasta que me llegó el turno y apunté al blanco:

-De acuerdo, convengamos que fue un error de todos los trabajadores el malentendido sobre el aumento salarial de septiembre/ octubre, entonces lo que debatimos ahora es cómo vamos a continuar con las negociaciones para las paritarias de marzo/ abril. Yo quisiera saber, concretamente, cuál es la propuesta de la empresa para que pasemos el verano, es decir, para llegar a pagar las cuentas con nuestros magros salarios, teniendo considerando la inflación que se viene hasta mayo, la quita de subsidios del gobierno a los servicios básicos, los aumentos de colegios, obras sociales, etc...- 
 
La respuesta no se hizo esperar, la representante de Recursos Humanos se calzó la máscara de archivillana y dijo que solo llegaríamos a un acuerdo con el gremio por un aumento inmediato, si conseguíamos una estadística privada que demostrase que el índice de inflación entre abril y diciembre había superado el 15%. Según ella, le había resultado imposible, por muchos esfuerzos que realizara, conseguir estos informes. Por supuesto que la escuchábamos sin creer una palabra de lo que decía y concentrándonos todos en pensar quién podría suministrarnos la documentación.

Capítulo 3 - El pecado es permanecer solteros

Al día siguiente de la reunión, un compañero que tenía un contacto en una de las consultoras internacionales de mayor renombre logró conseguir los resultados de las encuestas privadas. Los valores inflacionarios ascendían al 26%, es decir que hace tiempo se había excedido el tope especificado en una de las cláusulas del último acuerdo firmado entre la empresa y el gremio para ajustar los salarios. Pasó otro día y mi compañero confeccionó un mail que incluía en copia a todos los demás empleados y a los jerarcas, para informar acerca del hallazgo. Esta vez la respuesta fue no solo insólita sino insultante:

-Lamentáblemente no podremos tomar estos números como válidos porque el informe no está basado en los mismos parámetros que el INDEC tomaba para calcular el IPC*1. Además tenés que tener en cuenta que este trabajo no es para vivir, acá viene la gente que fue criada en los mejores colegios, gente de dinero, en su mayoría mujeres casadas que no necesitan plata, solo vienen a trabajar por los beneficios de viaje. Este es un trabajo part time, que te permite por ejemplo, dar clases de inglés para complementar tus ingresos, si no  te gusta, tenés que buscarte otra cosa.-


Capítulo 4 - El día a día, la labor


Los agentes de reservas somos esos seres grises que nos sentamos en el escritorio con un headset en la cabeza. Nos enchufamos a una centralita telefónica, nos ametrallan los oídos con gritos de  clientes que hacen las preguntas más absurdas, se quejan, se indignan, nos cortan en el mejor de los casos o nos felicitan en casos aún más excepcionales. Casi todos cumplimos un horario de seis horas, lo cual está estipulado para la actividad como un horario full time, pero nos dicen que somos part timers, para hacernos creer que son demasiado buenos con nosotros y que nos pagan bien o al menos acorde a la actividad (algo tadavía más absurdo).
Es cierto que un gran número de las mujeres que realiza este trabajo están casadas, muchas viven en countries y cuentan con el apoyo de sus esposos para mantener a sus familias. Algunas utilizan su salarios para comprar chiches: blackberries, tardes de cupcakes por Alvear y Quintana o ropa de Galerías Pacífico. La minoría, a la cual pertenezco, somos jóvenes de entre veinte y treinta que intenta mantener una cierta independencia. Mi caso debe ser el más extremo con un hijo adolescente por mantener, el alquiler del departamento, la ropa, la alimentación de ambos y los viáticos. Sin embargo, muchas veces surge algún trabajo extra que me permite darme el lujo de disfrutar los beneficios de viaje que nos da la empresa (lo único extraordinario y mágico que recibimos de este macabro sistema). Entonces, me escapo a pasear por las calles de Londres o me pierdo como un parásito en el Barrio Gótico de Barcelona. El mundo entero está igual o aquí estamos peor, en España me compro una pieza inmensa de pan por 50 centavos de euro, un poco de jamón serrano por 1 euro con ochenta, le sumo otro euro en cerveza y con eso sobrevivo todo un día. Aquí con el equivalente solo puedo comer fideos con aceite y beber agua del grifo.

*1 Indice de Precios al Consumidor