martes, 21 de junio de 2011

No pertenezco

Pertenecer: Ser parte integrante de algo”.

















El sentido de pertenencia siempre ha sido un agujero negro en mi vida, un triángulo de las Bermudas, un enigma.
Me he resignado por momentos a formar parte de grupos sexagenarios que se amoldan en las poltronas de la Lugones, con viajar en subte en hora pico y mientras de fondo en las estaciones suena una cumbia ir escuchando I Pagliacci de Leoncavallo y conmoverme cuando llora el tenor. Me resigno a usar paraguas y a dejar de cantar por las calles a viva voz "Love is a many splendored thing" de Sinatra cuando estoy feliz.
He encontrado casos aislados de locura parecidos al mío, pero con el tiempo incompatibles, aquellos locos se van, se amoldan o cambian de tesitura, y permanezco en este lugar incierto que me ha tocado padecer.
Otro razgo de mi personalidad que me automargina es tal vez cierto sentido de justicia, ese afán por conseguir que las cosas sean equitativas para todos o protestar hasta que mi discurso sea realmente considerado. Claro que haciendo esto dentro de una multinacional se me ha visto como una plaga roja. Todavía recuerdo las caras de los primeros días de trabajo, cuando llegaba con el Página 12 bajo el brazo cada jueves para no perderme a Clara de Noche, leía los internacionales y se me censuraba por mis comentarios acerca de la tiranía estadounidense en la pseudoguerra de Irak.
Hoy nos agarramos dentro de una oficina a discutir pavadas, minucias que nos quitan a los trabajadores para ahorrarse unos centavos, los cuales invierten en cosas mucho más ineficientes que la satisfacción aunque sea parcial del empleado.
Otro grupo al que jamás perteneceré.

Arte:
Me siento bien ocasionalmente en las galerías de arte, museos, librerías grandes o pequeñas y bares notables, de hecho trabajar en un lugar así sería como un sueño hecho realidad. Sin embargo, el snobismo en su versión más cool me repugna, es tener una sensación parecida al entrar en un bar de moda y ver a todos vestidos para la ocasión. Si llevo puesta mi ropa más cómoda puedo dar por seguro que la marginación de las miradas será una invitación subliminal a emprender la retirada; si me visto mejor, dejo de ser yo para ser ellos. ¿Porqué banalizar la cultura?,
¿se puede ser nerd o snob si no se pertenece a una "familia bien"?. Esta es tal vez la mayor contradicción en mi vida, por un lado voy escuchando aThelonious Monk o Maria Callas y por el otro voy contando las monedas para viajar en colectivo.