miércoles, 14 de septiembre de 2011

La premonición del pequeño pintor


Preocupado llegó a casa y me dijo: “publicaste en internet una foto de nosotros dos, en la cama”, mi corazón se aceleró, por un momento desconfié de mi sano juicio. El había visto por primera vez el cuadro de Toulouse Lautrec Le Lit y observó que los dos amantes eran tan parecidos a nosotros que creyó vernos reflejados en la imagen del célebre pintor. Los jóvenes duermen arropados por coloridas cobijas durante una noche invernal en una cama tan parecida a la mía que cuesta creer que realmente no seamos nosotros. Los labios de él son rojos como los del muchacho del cuadro, y el perfil de ella es sospechosamente parecido al mío, tranquilamente podría ser una fotografía alterada con paint, photoshop o cualquier otro artilugio tecnológico. Yo preferí pensar que tal vez Henri tuvo un déjà vu y nos pintó un siglo antes anticipándose a nuestro romance…

Del Psilocybe Cubensis y el Dalai Lama


El camino emprendido este año, es un camino sin retorno porque después de haber mirado por la cerradura de la deshinibición y la locura es imposible emprender la marcha atrás...
La noche de verano que me vió llegar por primera vez a La Plata conocí a K., un muchacho despeinado que navegaba por internet, hacía calor, así que no me sorprendió que me recibiera en calzones y medias, menos cuando me contó que N. (quien había emprendido un largo viaje y no se sabía de él hacía mucho tiempo) gustaba de practicar el nudismo sin importar quien estuviera presente. En ese momento el departamento era el epicentro de las reuniones Z platenses, allí convivían entonces cuatro fugitivos y transitaban otras tantas almas migratorias, todo parecía preparado para recibir gente constantemente, era una casa de puertas abiertas.

En la biblioteca del living descansaban varios libros de Deepak Chopra, Jiddu Krishnamurti, la Biblia y muchos otros ejemplares sobre ciencia y filosofía, en ese momento la búsqueda de la espiritualidad y el sentido de la vida se encontraba en la lectura. La experiencia de convivir en comunidad era un acto de rebeldía, un revival del espíritu de Woodstock se respiraba allí. Los muchachos a menudo se reunían a cocinar y a compartir veladas con música de violines, bombos y una trompeta opaca que solía dormir en un rincón polvoriento, fumar hierba cultivada en el balcón era algo natural que ayudaba a vencer las inhibiciones de los más reservados, la alteración mental duraba no más de dos horas, después cada uno a su casa o en su defecto a dormir en colchón en el suelo (los había de sobra).Los Z son un grupo de visionarios que busca transformar el mundo a través de la creación de un nuevo paradigma que desplace los valores mundanos del actual sistema capitalista. La idea surgió post Zeitgeist Addendum, así fueron nucléandose en todo en globo muchos jóvenes adultos que comenzaron a gestar la idea de que otra sociedad podía ser posible.

Días después de mi arribo a la ciudad estudiantil, más precisamente durante el estreno mundial de Zeitgeist Moving Forward, conocí a algunos Z de Buenos Aires, luego supe que se encontraban en la producción de la versión argentina del film de Peter Joseph y me comprometí a trabajar con ellos. Con el paso del tiempo el plan de hacer la película se fue diluyendo en ilusiones pueriles, más tarde sabría que como éste hubo miles de proyectos similares. Fabricar casas ecológicas, llevar a la práctica una economía basada en recursos (EBR), generar combustible de desechos para evitar la contaminación ambiental, derribar el negocio del narcotráfico a través de plantaciones particulares de Cannabis...tarde o temprano, todos estos planes perecieron, pero las ilusiones se seguían renovando como una fuente inagotable.

A mitad de año los Z de un bando se acoplaron a los del otro para emprender un viaje por las sierras cordobesas durante algo más de una semana de relax, alcohol y sustancias alucinógenas. Al regresar nada volvió a ser igual en muchos de los protagonistas de esta historia, esto coincidió con el temporario regreso de N. a La Plata quien introdujo a las reuniones el hongo popularmente conocido como cucumelo o Psilocybe Cubensis.

Los mítines de concientización social eran muy frecuentes y cada vez menos éticos; en una ocasión un hombre estuvo al borde del infarto, lo que provocó un auto-llamado a la conciencia del grupo y el festival de ese día terminó por suspenderse. Al mismo tiempo y en el mismo lugar, F., uno de los directores del documental emprendía un viaje onírico bajo el influjo del hongo, experimentando sensaciones que alteraron sus sentidos al punto de desviar el rumbo de su vida. El resultado fue violento, le pegó una piña en la cara a un tipo del que sintió una vibración negativa, yo esperaba no causarle esa impresión y que la situación no me obligara a defenderme, el río se estaba saliendo de su cauce y sus aguas me estaban desbordando.
Cuando volví a ver a F., el proyecto fílmico flotaba en el aire de la desidia, el guión ya no existía, y el trabajo realizado hasta el momento poco tenía que ver con las nuevas ideas que habían asaltado su cabeza en ese estado de enajenación. Como si esto fuera poco
había perdido peso y se había quedado prácticamente en la calle y sin dinero producto de la falta de trabajo. Sin embargo, él estaba convencido en seguir las señales divinas, nadie podría persuadirlo de lo contrario, lo nuevo es lo que debía hacerse, pero para ello había una condición: si quería participar, debería drogarme.

F.: Sos una mina inteligente, pero te falta algo, más sensibilidad, persuación y eso te lo va a dar la droga.
¿Probaste pepa?
Yo: No
F.: Bueno, deberías probarla, empezar por eso y vas a entender de qué te estoy hablando.
Yo: (silencio) Claro...
Antes se compartían una pizzas y el mayor estado de alteración se lograba con una botella de vino tinto o con un cigarro de marihuana. Nos reíamos un rato bajo los efectos los vicios pero la vida seguía y no perdíamos el rumbo.

En algún momento el proyector de aquella casa en La Plata se apagó, dejó de proyectar películas y documentales, los ocupantes
debieron partir, muchos regresaron a vivir con sus padres (aún los que habían pasado de los 30), entonces el sentido de la libertad encontró sus límites para todos excepto para N. que se refugió en una cuevas sanluisinas y que no le teme a seguir viajando o volando por aquí y por allá.


Esta historia me ha encontrado como simple observadora y ha sido necesaria para reafirmar que la búsqueda de la verdad se encuentra únicamente dentro de nosotros mismos y no es necesario el influjo de sustancias de ninguna clase para descubrir el amor, la compasión, el sentido del deber que llevamos dentro, en ocasiones tan oculto que nos perdemos por completo. Cuando hablo de drogas, hablo también de psicofármacos bajo los cuales también a mí me han hecho creer que me harían más feliz o más normal, nadie está excento.

Ayer, durante una conferencia del Dalai Lama, él hablaba de que existe en cada ser humano la capacidad de gestar un corazón cálido, del sentido común y de valores morales y los exponía como elementos que pueden salvar al mundo de la degradación y la violencia. No deseo juzgar a las personas sino resaltar los hechos que los hicieron desviarse de propósitos realmente nobles y altruistas y no pierdo las esperanzas en mi generación o en que estas mismas personas logren reencontrarse con aquello que los inspiraba a creer y a obrar en pos de una sociedad mejor.

martes, 13 de septiembre de 2011

Recuerdos prestados

A las dos y media de la mañana comencé a retorcerme en el colchón, interrumpiendo todo lo maravilloso que la imaginación construye cuando estamos dormidos. Mi espalda apenas toleraba el colchón y comencé a sentir el calor de la inminente primavera.Antes de eso había soñado con Baдин jugando de pequeño, esas postales me asaltaban de improviso últimamente, me intrigaba saber cómo buscaba leña para calefaccionar su casa en las montañas o cómo armaba muñecos de nieve con los demás niños. También me lo he imaginado a hurtadillas fumando sus primeros cigarrillos (demasiado temprano) y escondiéndolos en las cañerías y he pensado que si no le agrada que fume debería tenerme un poquito más de paciencia, me cuesta tanto dejarlo.
Creo que me he puesto bastante pesada en mis investigaciones nostálgicas y en cada oportunidad, aún cuando hablamos en inglés se me ocurre que me cuente sobre su niñez. Ayer mientras mirábamos el río le dije: "Tell me about your childhood", así sin más, como si nunca me hubiese contado nada, como si fuera la primera vez, y él con esa calma extranjera saca siempre algo de la galera mientras yo lo observo intentando retener las palabras y convertirlas en imagen.
Entonces comienzo a hilvanar en mi mente a un pequeño Citizen Kane jugando con su Rosebud soviético, apropiándome así de los recuerdos que durante la noche me harán encontrar la paz suficiente para volver a soñar...