jueves, 9 de diciembre de 2010

Ridículo institucional

La última moda en mi trabajo son las felicitaciones a destiempo. Como acaba de comenzar el último mes del año, los supervisores y la Gerenta Regional (Regional Manager) deben ponerse al día por órdenes de la casa matriz, entonces deciden repartir condecoraciones a los mejores asslickers del semestre y por supuesto del año. No solo se entregaron los premios atrasados de septiembre en adelante, sino que también nos felicitaron por nuestros cumpleaños:

El mío fue ya hace casi dos meses (?) pero lo más insólito fue cuando nombraron a mi mejor amigo que cumple años en enero jaja, no pude aguantar la carcajada, menos cuando me acerqué a la cocina y vi que habían comprado facturas para celebrar los aniversarios. La ridiculez institucional no tiene límites.


jueves, 2 de diciembre de 2010

Cinefilia precoz

Habré tenido seis años cuando vi por primera vez Lo que el viento se llevó, Scarlett O´Hara y Rett Buttler teñían de kitch la pantalla de mi televisor, anocheceres rojos coloreados, besos robados, el desprecio fingido de ella, la indiferencia por parte de él, el teleteatro del amor. Scarlett lucía un vestido verde hecho de cortinas aterciopeladas en una escena del legendario film, yo jugaba a imitarla con el acolchado de raso de mi abuela Elena, costurera de vocación en un conventillo de chapa y palos enmohecidos. Así pasaba las tardes de verano en una casucha donde los gatos desfilaban con trajes que yo misma les hacía, los príncipes felinos andaban rampantes con sus capas moradas.
Por aquella época me deslumbró también la ternura de Toto, el jovencísimo Salvattore de Cinema Paradiso quien se enamoraba de otra Elena (que no era mi abuela) y hasta llegué a pensar que cuando fuera mamá, mi hijo se llamaría como aquél muchacho. Pero cuando tuve a mi bebé con el primer amor adolescente (cosa que Salvatore y Elena no llegaron a hacer), el nombre no iba bien con el apellido francés más acorde a la Nouvelle Vague que al Neorrealismo Italiano así que me resigné y busqué no solo uno, sino dos nombreas más apropiados: Patricio, caballero de noble estirpe e Ivan como los zares rusos, ¿influencia de Dr. Zhivago tal vez?.
Así descubrí que los amores de pantalla son eternos, no como los de la vida real, permanecen intactos en cintas como Casablanca o Algo para Recordar, y aunque hoy sea esta mujer a veces un poco sarcástica y demasiado crítica o pecadora aún creo un poquito en aquellas historias y a veces me gustaría hacer las maletas e irme a vivir allí.
La Marilyn Monroe de The 7th Year Itch, la inmortal y hermosa Gilda, la Audrey Hepburn que desayunaba en Tiffany´s me hicieron pensar que podría vivir en mi propio mundo aún en esta jungla de plástico que es la posmodernidad. Entonces recorrí las ferias americanas hasta encontrar unos guantes de raso negro, revolví canastos en Londres hasta encontrar un vestido de GBP1 y en una batea de San Telmo me compré unos lentes de sol Dior. Tampoco tuve que obedecer los cánones de belleza actuales tendientes a la anorexia, las mujeres como Sophia Loren llevan el poder en sus curvas, aceptar mis caderas maternas y enfundarlas en pencil skirts me acercan más a esas diosas del celuloide.
Todos esos films cargados de jazz me han tocado tanto mis fibras que me confieso una adicta de aquella música refinada y sentimental. Si llueve intermitentemente es común que se me de por escuchar al dúo Sinatra-Dorsey , si en cambio garúa Django Reinhardt transporta a los 20's con su Minor Swing, si llueve a cántaros a Billie Holiday me susura lamentos negros y si sale el sol reina en casa la voz de Anita O' Day.
Es el espíritu de aquella época de oro que para mí abarca desde los comienzos del cine, con Meliés hasta los 60´s (y mejor si es en blanco y negro) la qJustificar a ambos ladosue me marcó mi vida para siempre, la que me hace sentir una intrusa del siglo XXI.