martes, 27 de enero de 2009

Enero accidentado


Ultimamente mis dìas se dividen tres, en cinco, en diez. Despierto agotada, sofocada y apurada para tomar el subte y combinar con otro tren, luego un colectivo, al llegar recién serán las nueve. Haré de madre, cocinera, enfermera, mucama, lo haré con todo el amor materno, también abriré las cortinas suavemente para que el sol despierte a mi hijo herido

Moriré en un breve instante de un cansancio atroz junto a mi niño, pero ya será tarde, no habrá demasiado tiempo para descansar.

Prepararé el desayuno y enseñaré inglés, también deberé luchar contra el televisor apagado para mantenerlo así durante el mayor tiempo posible. Entretener no es fàcil.

Seré payaso, actriz, purpurina. Pero al mirar el reloj el tiempo correrá y se hará la hora de improvisar un almuerzo fresco e instantàneo.

Prepararme, despedirme y subir al tren parecen ser mecanicismos típicos de un androide, pero soy yo que tengo que cambiar de roles, despersonificarme e ir a un lugar en el que solo soy una empleada, pero ni siquiera en castellano, un abstracto '' file number'' de seis dígitos (¿serán ellos los que me hacen sentir cada vez más como un robot ? ).

Tomaré el tren de nuevo, caminaré bajo el calor agobiante de las primeras horas de la tarde de verano para llegar a la oficina e intentaré hacer mi trabajo de la mejor manera. Solo así se puede vivir en un mundo tan vacío.

Cuando termine la jornada será el momento de volver a la estación, de tomar el tren una vez más para darle a mi hijo mis últimas energías y preparar todo para mañana, después de todo, recién es martes...

lunes, 26 de enero de 2009

Vidas públicas, una aberración moderna


En un intento por distraer mi mente en el ciber-espacio sideral abro mi correo y aparece un mensaje para actualizar el programa que oficia de cartero postmoderno. Oh my God!, cuando lo veo y descubro que hoy en día somos todos periodistas, cronistas, escritores y que los diarios íntimos se han abierto... ¿para siempre?

Solo espero que no haya muerto el oficio del periodista formado en una redacción, a pesar de que hoy tengamos que estar más preparados (un momento, esto es una contradicción en sí misma). Solo ansío que esto no se trate más que de una moda pasajera, un vicio por el exhibicionismo de nuestras vidas ante el ojo del Big Brother que todo lo mira. Más que placer debería generarnos terror saber cuán vigilados vivimos hoy en día, cuánto de cárcel hay en esta pseudo libertad que la vida cibernética nos regala.

Por mi parte deseo desaparecer como mí misma de todo sistema de archivo que anda por ahí legitimando el poder de las máquinas y la internet en nuestras cada vez más livianas existencias. Deseo renacer cada día (que el tiempo me permita) simplemente como Mme. Verité; para que nadie pueda juzgar mis pensamientos, para jugar a las escondidas, para expresar lo más profundo de mi con un seudónimo, solo así tiene otro sabor. Qué espanto tanta falta de misterio, tanta falta de respeto por nuestra propia intimidad, qué tristes y patéticos que somos jugando a ser los más audaces, mostrando nuestros cuerpos y nuestras miserias.