jueves, 28 de julio de 2011

Depresión vs. Manía

Hace una semana se me parte la cabeza de dolor, mi cuerpo no define si prefiere padecer de una gripe oficialmente declarada o de un desarreglo digestivo, se debate entre una sintomatología confusa, tan confusa como mis pensamientos. Hace más o menos el mismo tiempo coincidentemente que mis problemas emocionales se agravaron, una situación sentimental que pende de un hilo se balancea en un espacio sin tiempo. El padecer se prolonga y en este preciso instante me he quedado sola.
Después de un descanso necesario me han dado deseos de comer, me dejaron una nota sobre la mesa con algo de comida hecha pero con mucho amor que se descifra en la letra manuscrita de dos de mis seres más queridos. Pero no pude tolerarlo y la vomité.
Fumo un cigarro, escribo intentando librarme de los demonios que no me dejan ser aunque más no sea un poco más normal. Ni siquiera puedo definirme como un Lobo Estepario, porque éste disfrutaba de su soledad mientras que yo muchas veces (como hoy) la detesto y ansío desesperadamente pedir auxilio. He llorado un poco intentando aliviarme, he conversado con distintas personas sobre temas triviales sin atreverme a gritar: Ayudame!

Lo más incomprensible es que ayer fue un día de liberación, llegué a mi casa casi a la medianoche, saturada de tanta actividad pero feliz. Me habían pasado un millón de cosas buenas y había comenzado con algunos proyectos postergados hace tiempo. Ayer había decidido retomar el bienestar físico, volver a dedicarme a la danza, me había comprado también cinco libros escritos en alemán, entre ellos una tan deseada biografía de Mozart que llegó a mis manos por una afortunada casualidad celestial. Todo estaba bien y hasta tuve tiempo de cenar con mi familia, ponerme al día con mi madre, abrazar a mi hijo. Y entonces vuelve la desazón y mi espíritu parece derrumbarse como un castillo de naipes.

jueves, 7 de julio de 2011

Rita

Margarita Carmen Cansino nació el 17 de octubre de 1918 en Nueva York, el destino o la casualidad hizo que mis cumpleaños sean celebrados con solo dos días de diferencia al de ella.
Hija de Volga Hayworth, una bailarina de las Ziegfeld Follies que salió del mismo semillero que Louise Brooks, Paulette Goddard y Barbara Stanwick y de el bailarín español Eduardo Cansino, es lógico la niña haya heredado tanta gracia y talento.
Cuando comenzó su carrera como actriz decidió cambiar Margarita por Rita y hacer propio el apellido materno convirtiéndose para siempre en la inolvidable y hermosa Rita Hayworth.
Hace dos días recibí un mail en el que me contaban de un programa que emitió el canal Crónica, el documental se llamaba "La trágica vida de Rita Hayworth", el título me pareció evidentemente una exageración. Independientemente del mal de Alzheimer que la aquejó durante el último período de su vida, Hayworth vivió su cuento de hadas a lo Grace Kelly al casarse con el príncipe persa Ali Solomone Aga Khan. Lamentáblemente la historia no fue muy feliz y duró poco más de dos años. Las infidelidades de Kahn llevaron a Hayworth a pedir el divorcio. Así, una nueva página se abrió en la vida de la actriz cuando se casó con Orson Welles (otro nativo de octubre). El gran genio de la pantalla grande y la diva compartieron cinco gloriosos años de amor. Siempre me han llamado la atención las fotografías de esta pareja tan excepcional y talentosa, eran como los Birkin-Gainsbourg de antaño.
Inevitablemente, mientras viajaba por la madrugada invernal a bordo de mi taxi pensaba en Gilda, había visto tantas veces esa película...soñaba con la escena en la que la diva cantaba Put the blame on Mame mientras se quitaba un guante de raso negro, en el streaptease más naif y escandaloso de la época de oro de Hollywood. Me fascinaba la escena en la que el galán la lleva tras bambalinas y le pega un cachetazo. Corrían los años 80 y mi mente infantil anhelaba ser como ella, grácil, esbelta, preciosa, adorada por los hombres y envidiada por las mujeres.