miércoles, 27 de abril de 2011

Historia de un amor de lata


Gomes Da Costa es un brasilero que solía dormir solo al lado de la canilla, se acurrucaba (muchas veces húmedo) para soportar el frío de la noche. Por las mañanas le gustaba sentir la brisa por la ventana y charlar con la enredadera verde que crecía majestuosa sobre el marco amarillo.

Su caparazón estaba cobrando el color del óxido y sin embargo seguía siendo tan entrañable y querido como el día que llegó de su largo viaje. Traía consigo dos sardinas enormes que venían de Brasil aún frescas y que sirvieron para la cena, entonces la familia decidió adoptarlo. Primero no supieron bien qué función asignarle dentro del hogar y así es como se convirtió en ayudante del pintor, en portador de cenizas y en esponjero. Siempre muy trabajador, siempre silencioso y amable con su traje azul y plata y su rostro amigable.

Gomez Da Costa ya no duerme solo, porque una noche, la señora salió a comprarle una compañera, le quitó las sardinas que usó para la cena, la limpió con una esponja llena de espuma y la recostó a su lado. La soledad ya no entristece al hombre de latón que descansa feliz junto a su bella sirena.

martes, 26 de abril de 2011

Crítica a un instrumento de dominación

Invade nuestro ámbito de trabajo, nuestras casas, se roba el tiempo de ocio nuestros hijos y parejas, ¿porqué nadie cuestiona a Facebook?

Cada vez es mayor el tiempo que las personas invierten en mirar por el cerrojo de la cerradura del otro, sin dudas, este es un fenómeno social que no puede ser menos que examinado. Para hacer un balance entre las ventajas y las desventajas de la era 2.0, basta con remontarnos a cómo era un día en nuestra vida antes de que se impusiera el uso del celular, la PC, la internet o el mismísimo Facebook.

En mi experiencia personal fui incorporando la tecnología a mi vida cotidiana no sin cierto disgusto y duda. Primero con el celular, me harté de ser localizada todo el tiempo en momentos en los que no quería hablar por teléfono sino disfrutar de mi vida en vivo y en directo. Me cansé también cuando aumentaron las tarifas y los sms (menos costosos) bombardearon mi tiempo. Lo curioso es que este fue método más que efectivo para llenar a los usuarios de spam (publicidades indeseadas).

Después vinieron las redes sociales, Facebook se convirtió en un boom, la gente estaba deslumbrada por poder entrar en la intimidad de otros, ver sus fotos, saber con quién andaba fulano o si mengano estaba libre y sin compromisos. A mí el tema aún no me cerraba, no me parecía divertido contemplar el exhibicionismo ajeno, el patetismo de querer aparecer en las pantallitas de todos me resultada incómodo, me generaba una especie de pudor ajeno. Creé mi cuenta en la que encontré la utilidad de difundir mis críticas y descontentos con el mundo y me entristeció un poco que Madame Verité fuese develada, era yo, con nombre y apellido de una mujer común. Facebook me había quitado el velo, el misterio se había diluído detrás de una red social.

Después, mi hijo de entonces diez años empezó a suplicarme que le hiciera una cuenta porque sus demás compañeros también tenían y él no podía estar "incomunicado", no pertenecer al mundo cibernético no era una opción para él, yo era una madre anticuada, conservadora, castradora. En esa época la respuesta fue un rotundo no a pesar de los berrinches y los enojos. No le veía el sentido a que un niño necesitara tal cosa. Un año y medio después cedí, porque me pareció que no sería tan nocivo que de vez en cuando entrara a contactarse con sus amigos, a quienes conocía del colegio (una de las condiciones fue que siempre aceptara a gente conocida, otra que no revelara ningún dato de contacto). Sin embargo unos meses después estoy lamentando que él no se despegue de la laptop. No quiere bañarse, colaborar en lo que le pido, preparar sus cosas para ir al colegio y se pone de mal humor por el stress y el cansancio que le produce estar horas jugando a través de... Facebook!

Esto me hace pensar que las redes sociales son como grilletes invisibles que nos pone el sistema, lo curioso es que nadie se pregunte ¿porqué reinan en nuestros hogares?, ¿porqué las pantallas no duermen?

Una de las primeras entradas que publiqué en este blog llamada Vidas Públicas, una aberración moderna, ya vaticinaba estos temores, la percepción no me falló por eso es que aún sostengo lo escrito en esa ocasión.

Así como llaman en España a la Telebasura, la internet en su peor expresión y mal utilizada puede convertirse en un arma de doble filo entre las relaciones reales y tangibles. En pos de tener un millón de amigos como Roberto Carlos, estamos enfrentándonos con nuestros afectos más cercanos, descuidando los lazos verdaderos, enajenándonos frente a un monitor. Deberíamos preguntarnos si no nos hace sentir un poquito absurdos el modo en el que elegimos que el mundo nos mire, ¿necesitamos que nos miren tanto?